Muchas veces me pregunté cómo puede hacer el cristiano para cumplir con el segundo mandamiento que le da nuestro Señor a los fariseos en Mateo 22-37. Este fue un tema que por mucho tiempo fue objeto de oración pues entendía que amaba a Dios con todo mi corazón, mi alma y mi mente, pero no podía amar a mi prójimo como a mi misma. Fue esta una puerta de entrada a muchos dardos del enemigo, quien siempre ponía en mi corazón que no era digna de servir a Dios porque no amaba a mi prójimo tanto como Dios lo pedía. Un día en oración le dije a Mi padre: no quiero pedirte nada, sólo que recibas mi amor como una oración y me perdones por no poder amar a mi prójimo como tu anhelas mi Señor, y su respuesta no se hizo esperar: "hija si me amas, amas todo, porque todo se resume en Mi, Yo soy el alfa y la omega, el principio y fin de todo, soy la plenitud, no puedes amarme sin amarte y sin amar a tu prójimo,...tu me amas y Yo a ti, en eso se resume el amor soberano. El que me ama tiene el amor verdadero, porque es recíproco y se alimenta del mío, y mi amor no es hipócrita, ni jactancioso, ni mezquino, ni violento, ni envidioso, ni egoísta, ni vacío, es amor eterno, porque esa es mi naturaleza."
Después de recibir esta palabra entendí, porqué Jesús dice: " de estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas". Hoy vivo en la gracia por haber aceptado a Jesús, y entre todas las cosas que me entregó en la cruz, también recibí el amor por mis hermanos, no me tengo que esforzar en amarlos, sí recibo el amor de Dios, en él está implícito el amor por toda la humanidad. No es por obra es por su gracia.
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