Son muchas las veces que cuando
quiero expresarle mi amor al Señor me quedo sin palabras, y por más que busco un
vocablo que encierre lo que siento por Él, me parece escaso, mezquino,
insuficiente, por eso, una mañana escribí este poema que cuenta de la
frustración que la mente finita siente cuando no puede alcanzar la magnitud de
un corazón desbordado de amor por el dueño de las palabras.
El dueño de las palabras
Enséñame a escribir Señor Amado
con la plenitud de tu palabra,
con la simpleza de lo eterno,
donde se junte lo sumo del significado.
A veces son tan pobres los vocablos
que no pueden transmitir lo que por Tí siento
y aunque al máximo los comprimo,
estallan en lágrimas mis sentimientos.
Hermoso en extremo, así te veo.
Amorosa ternura, así te palpo.
Y aunque mi carne por Ti yo la doblego
mis entrañas y mi piel fluyen en deseo por tenerte,
y no hay más límites ni barreras,
que puedan Amor Divino contenerte.
Sonia Fernández
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