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miércoles, 15 de mayo de 2013



HASTA LAS PARRAS LLORAN

  El haber nacido entre cepas, parrales y viñas, hija de padre viñatero, que con sus manos labró la tierra desde que tuve conciencia, hasta el día en que murió, me lleva, cada vez que leo el evangelio de San Juan cap.15 donde Jesús se dice la vid verdadera, a un ambiente muy familiar, y es tan precisa la metáfora que Jesús usa para explicar a sus discípulos la relación que debe haber entre nosotros y Él para poder llevar frutos, que se me amontonan los recuerdos de mi vida en San Martín, provincia de San Juan, pueblo de jornaleros de los parrales y las bodegas que allí se encuentran.
  Entre tantas nostalgias, recuerdo el día en que mi padre nos enseñó a mis hermanas y a mí a podar una parra para que el próximo año se cargara de uvas y sobreabundaran los racimos en los sarmientos o pámpanos. Lo primero que nos decía era que debíamos separar los pámpanos que tenían el tronquito de los racimos que se habían cortado en la vendimia pasada, los sarmientos frutales, le llamaba, esos no se cortaban, porque eran portadores de evidencias que habían dado uvas, pero los que no tenían rastros de haber dado fruto se podaban y se los tiraba, luego la gente misma que trabajaba en los parrales  los juntaban y los armaban en gavillas, y los dejaban secar para usarlos para el fuego del horno a leña o para calentarse. Pero los que habían dado racimos esos eran los más valiosos y se los despuntaba para que la savia retrocediera hasta el tronco de la parra y los fortaleciera, así podían cargar más uvas en la próxima temporada de cosecha, pero lo más sorprendente era ver como por días las parras lloraban y goteaba de las herida un agua dulce que era la delicia de los zorzales, los que se posaban en las cepas, para  beber de su llanto.
  Que hermosa imagen usa el Señor para decirnos que sólo unidos a Él podemos llevar FRUTO ABUNDANTE PARA GLORIA DE DIOS, no hay manera de fortalecernos en la vid verdadera, en el tronco que es Cristo, si no somos podados de nuestras hojarascas, a veces duele, cuando nos despuntan de toda esa cosas que no son más que vicio, crecimiento de hermosas hojas, que absorben todo nuestras potencia, pero que son infructíferas, duele, duele en el orgullo, en la autosuficiencia, y al igual que las parras por días se nos caen las lágrimas, pero cuando ha pasado el invierno, la temporada dura, y la savia que retrocedió al tronco que es Cristo nos permite salir a la vida fortalecidos, con muchos racimos, entonces nos damos cuenta que ha valido la pena que el Padre, el Labrador, se haya tomado el trabajo de podarnos, y al igual que  en el final de una temporada de vendimia, la fiesta no se hace esperar y la gloria de Dios se  manifiesta en nuestras vidas. NO HAY COSECHA SIN PODA, NI PODA SIN DOLOR, HASTA LAS PARRAS LLORAN.
    Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quita; y todo aquel que lleva fruto, lo limpia, para que lleve más fruto. 3 Ya vosotros sois limpios por la palabra que os he hablado. 4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer. 6 Si alguno no permanece en mí, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis todo lo que quisiereis, y os será hecho.

   Lo más hermoso de permanecer en Jesús es su promesa que todo lo que quisiéramos nos será hecho.
  Acá el Señor no nos dice lo que pidiéramos sino TODO lo que quisiéramos nos será hecho.  Es palabra de Dios.

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