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martes, 11 de junio de 2013

El último día en la barca


Juan
Capítulo 21
21:1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera:
21:2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos.
21:3 Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada.
21:4 Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús.
21:5 Y les dijo:
 Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No.
21:6 El les dijo:
 Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.
21:7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar.
  Los que me siguen a través de este blog, saben que desde hace un tiempo he dejado de trabajar por servir a mi Señor, escribiendo algunas cosas de las tantas que me ha dicho, y tratando de compartir con ustedes este pan de vida que es la palabra de Dios, pero para quien ha trabajado desde muy joven no es algo sencillo, por el contrario, es una carga difícil de llevar, porque he dejado un lugar de trabajo donde sentía que era útil, y donde muchas veces le he hablado de Dios a las personas con quienes compartían las horas de tarea, eso me trajo en algunas circunstancias inconvenientes. Sé porque lo he leído en la Palabra que Dios me ama, lo sé porque siempre que lo necesito está a mi lado, pero aún así, cuando me siento débil busco regresar a los lugares donde la carne se siente segura, ayer por ejemplo, junté mis papeles y fui a inscribirme para dar clase el año lectivo 2.014. Cuando mi hijo se enteró se rió de mí, porque conoce cuál es deseo de Dio sobre mi vida, una compañera de pintura que trabaja en la Junta me dijo ¿Sonia ahora vas trabajar?, en tono de broma, sí, le contesté, si mi marido se jubila, voy a tener tiempo para dar clases. Entonces me di cuenta que soy como Pedro queriendo volver a su tarea de pescador, cuando sintió que todo lo que había hecho durante tres años ahora se esfumada porque el Cristo, el mesías, el rey para los judíos que esperaba se había ido, no entendía de qué reino hablaba Jesús  y, se sentía temeroso porque era un perseguido al haber caminado al lado Jesús, por eso se fue a pescar, quiso regresar a lo que él era antes de ser llamado por Jesús, lo que conocía almaticamente, lo que su cuerpo, sus manos, sabían hacer, el lugar donde se sentía seguro, donde no necesitaba de Dios, porque él era pescador desde niño, por eso tenía barcas. Sin embargo, dice la biblia, que nada pescó durante toda la noche, ¿qué pasó, perdió el conocimiento natural Pedro?, ¿o es que cuando conocemos a Jesús, ya nada podemos hacer sin Él?
  Cuando Jesús los llamó desde la orilla, y el apóstol Juan le dijo a Pedro que era Jesús, inmediatamente dejó su barca llena de peces, se ciñó la ropa y saltó al agua para ir a su encuentro, como un símbolo que el hombre natural, el pescador profesional se rendía ante el amor por su maestro y renunciaba para siempre a su oficio de pescador. No le importaron los peces que estaban por romper las redes, no le importó la barca, sólo quería ver una vez más a su Señor. Ese fue su telegrama de renuncia, su último día en el mar tirando redes. Su bautismo, se tiró al mar un hombre y salió un apóstol que llegó a dar su vida en una cruz, como su maestro, el amor había vencido al temor.
  Pedro no era el mejor de sus discípulos, el más manso, el que confiaba ciegamente en el hijo de Dios, por el contrario fue el que lo negó tres veces por temor, pero fue un apasionado por Jesús, su corazón lo amaba, y fue y por eso que viendo su corazón el Señor lo dejó al cuidado de sus ovejas.
  Dios busca un corazón que lo ame, y aunque muchas veces, no hagamos lo correcto, el amor por Él cubrirá las miserias humanas que tenemos, y nos tenderá de nuevo su mano, y hará, que ese día sea el último en la barca y, lo mismo que a Pedro, nos transformará de pescadores de peces a pescadores de almas.  

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