El pasado viernes 21 de junio mis hijos se
fueron a esquiar, era un día donde nevaba y había mucho viento, lo cual
dificultaba la visión, ver el camino, seguir las sendas. Cuando hay viento
blanco es muy difícil saber con certeza hacia donde uno se dirige. A una hora
de subir a las pista, uno de ellos se fue por una variable y al poco andar se
encontró que no había más pistas por donde seguir y la nieve le llegaba a la
cintura, cuando se vió perdido oró y llegó a un refugio y, desde allí se
comunicó con nosotros para que pidiéramos auxilio y lo fueran a rescatar.
Fueron momentos de mucha tensión hasta que una moto esquí pudo llegar al lugar,
porque la nieve imposibilitaba que pudiera deslizarse la moto y quedaba varada
en ella. Cuando regresó y tras reprenderlo por andar por caminos sin
visibilidad, El Espíritu Santo me dijo, dile: “Esta experiencia debe servirte
para saber que las tinieblas buscan confundirte, y el desviarte tan sólo un
poco de la senda marcada por Cristo,
pone en peligro tu vida eterna. Cuando te vayas por las variables, que el mundo
te ofrece entrarás en caminos peligrosos de donde sólo Dios, y su misericordia,
te puede rescatar.”
Fue un día de mucha lucha, pero Dios transformó lo malo en bueno, y como siempre nos habló en parábolas para
que los que tengan oídos, para oir, que oigan.
Salmo 23. 4 “Aunque
ande en valle de sombra y de muerte, no temeré mal alguno; porque Tú estarás
conmigo.”
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