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lunes, 21 de abril de 2014

Pasando en cuerpo y alma

  Muchas veces nuestro Padre Celestial nos ha abierto puertas de bendición, sin embargo aunque creímos que habíamos pasado no pudimos entrar en ellas, porque nuestro cuerpo natural pasó el umbral, pero nuestra alma se quedó del otro lado.
  El pueblo de Israel estuvo cautivo por 400 años bajo el dominio de los egipcios, fue esclavo, sin embargo Dios los hizo crecer y lo multiplicó en número de tal manera que era la fuerza de trabajo de ese país, que por ese entonces era la nación más importante de la tierra, o sea que quienes habían llevado a Egipto ha ser la potencia de esa época era el pueblo de Dios, ya que Dios bendice siempre a sus hijos, pero a veces cuando estamos bajo la autoridad de gente que Dios no desea bendecir, nos empuja a que salgamos de determinados lugares. Así fue con los israelitas, Dios envió a Moisés para que los sacara de esclavitud de los opresores, y los llevara devuelta a su tierra, la que le prometió a Abrahán. 
  Moisés, cumplió con lo que Dios le había pedido, sacó a los hijos de Israel con su ayuda, los hizo cruzar el Mar Rojo, que Dios dividió para que su pueblo cruzara a la tierra prometida, sin embargo cuando estaban del otro lado no creyeron en el Dios Libertador, el que les abrió la puerta para sacarlos de esclavitud, para poder bendecirlos en la tierra donde les había dicho fluía leche y miel, y desearon regresar a Egipto, volver a ser esclavos, y decían: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud.(Éxodo 16 - 2 RVR1960)
  Cuando leemos esta palabra, nos parece imposible que un pueblo que había visto las señales que Dios les hizo antes de salir, y luego en el camino, abriendo el mar, dándoles de beber de la roca, pudiera pensar de esa manera y deseara volver a ser esclavo, pero esto, que nos parece una estupidez en los israelitas muchas veces lo hacemos nosotros. Hermanos, en muchas ocasiones Dios nos abre puertas porque escucha nuestros lamentos, y pasamos al otro lado, lo mismo que el pueblo hebreo, y al igual que ellos, nuestro cuerpo va en busca de la tierra prometida, pero el alma sigue atrás, y entonces estamos divididos, y los recuerdos del pasado nos tiran para atrás, para que volvamos a lo seguro, aunque eso implique regresar a la esclavitud. Te has preguntado ¿cuántas veces has caído esclavo de la seguridad?
  Hermanos, en este tiempo he aprendido que las puertas que Dios abre hay que cruzarlas en cuerpo y alma, ya que en el alma se encuentran nuestras emociones, la voluntad, la memoria,  y por eso hay que ordenarle al alma que borre todo recuerdo que nos quiera hacer regresar al pasado, de lo contrario empezamos a despotricar en el camino y no podremos alcanzar las promesas que nuestro padre nos ha dado, y al igual que los israelitas daremos vueltas en el desierto hasta que una generación nueva le crea a Dios y se anime a pasar la puerta en cuerpo, alma y espíritu para poder ver el cumplimiento de las promesas de nuestro Papá Celestial.
  Desátate de las cadenas de tu alma, y mira hacia delante con los ojos del espíritu en la certeza que Dios ha prometido que nunca te abandonará, que nunca te dejará porque lo ha establecido en su palabra en Josué 1-5: "Durante todos los días de tu vida, nadie será capaz de enfrentarse a ti. Así como estuve con Moisés, también estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré."

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