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lunes, 2 de septiembre de 2013

Raíz de amargura

En el año 1980 trabajaba con un médico ginecólogo a quien servía de asistente, y tenía algunas tareas encomendadas que cumplir, que eran de suma importancia para que cuando él llegara a su consultorio todo estuviera en orden y, con la seguridad y asepsia indispensable para atender a sus pacientes.
Una de esas labores consistía en la higiene y esterilización del instrumental que el usaba, sin su caja esterilizada no podía empezar a atender, era algo indispensable.
Hace unos días el Señor me mostró que nosotros somos instrumentos en sus manos, y que como tales Él desea usarnos, pero   no puede empezar su tarea si no tenemos un corazón limpio y sujeto a su voluntad. Los instrumentos se dejan llevar por las manos del que los usa, no oponen resistencia, son para ser usados, están al servicio de ejecutor, y como un instrumental en las manos de un  cirujano deben estar tan limpios y estériles para no transmitir enfermedades o dejar virus o bacterias que puedan contaminar al paciente.
Muchas veces le pedimos a Dios ser usados por Él, pero Dios, como un buen cirujano, nunca usará un utensilios que en vez llevar sanidad a su pueblo, traiga contaminación, por eso antes de ser usados por Dios, muchas veces debemos pasar por el fuego santificador, y cuando nos ha curado en el calor del fuego entonces nos carga en su caja de herramientas y usa en el momento oportuno.
           Esas bacterias espirituales que debemos exterminar se encuentran en nuestro corazón, algunas han quedado como resabio del viejo hombre o la vieja mujer, y están prendidas como abrojos, se vuelven inmune-resistente  y siguen contaminando todo lo que hacemos y, de vez en cuando se dan diques de transatlántico y dejan una estela tan grande que revuelve todo, y traen desde lo profundo de nuestra alma cosas que ni siquiera recodábamos, sin embargo estaban allí, esperando el momento oportuno para manifestar su nocividad.

Como toda bacteria, pasa desapercibida al ojo humano, pero nunca para Dios, y Él la llama raíz de amargura. Estas raíces que se encuentran en nuestro interior pueden germinar en cualquier momento, y echar por tierra en un instante la tarea que el Espíritu Santo viene haciendo en nuestro ser, de allí la importancia de hacer sanidad interior y pedirle a Dios que nos muestre las áreas en nuestras vidas que no le agradan y que sirven de sustento para que el enemigo use como punto de apoyo para afectarnos a nosotros y a los que nos rodean, por eso Pablo dice en Hebreos cap. 12 versículo 15 “ Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”.           

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